Mullan las nubes- Al Mutamid de Sevilla 1040-1095
Mullan las nubes con perenne llanto
tu blanda tierra, ¡Oh! tumba del exilio
que el rey Ibn Abad cubres los restos.
Guardas con él tres ínclitas virtudes
-ciencia, merced, clemencia- congregadas;
la fértil abundancia que las hambres
vino a extirpar, y el agua en la sequía.
Cobijas al que lides riñó invicto
con la espada y la lanza, y con el arco;
el que al fiero león fue dura muerte;
émulo del Destino en las venganzas;
del Océano en derramar favores;
de la Luna en brillar entre las sombras
la cabecera del salón.
Sí, es cierto:
no sin justicia, con rigor exacto,
un designio celeste vino a herirme.
Pero, hasta este cadáver, nunca supe
que una montaña altísima pudiese
caber en temblorosas parihuelas.
¿Qué quieres más? ¡Oh, tumba! Sé piadosa
con tanto honor que a tu custodia fían.
El rugidor relámpago ceñudo,
Cuando cruce veloz estos contornos,
Por mí, su hermano –cuya eterna lluvia
de mercedes refrenas con tu laude-,
llorará sin consuelo. Y las escarchas
en ti lágrimas suaves, gota a gota,
destilarán los ojos de los astros,
que darme no supieron mejor suerte.
¡Las bendiciones del Señor desciendan,
insumidas a números, incesantes,
sobre quien pudre tu caliente seno!